(The Guardian, 11 de mayo de
2014)
Tito Andrónico
vuelve al Globo.
La sangrienta obra de Shakespeare se convierte en una sádica delicia.
La sangrienta obra de Shakespeare se convierte en una sádica delicia.
Lucy Bailey vuelve con esta sangrienta tragedia ingeniosamente desgarradora y mucho más que un
baño de sangre.
Lucy Bailey vuelve al Globo y esta vez es más sangrienta y divertida que
nunca. Esta vez será William Houston quien dará vida a Tito, el general romano
que comete un error fatal al rechazar piedad al hijo mayor de Tamora, reina de
los godos, a quien ha derrotado en la guerra. El diseñador William Dudley
envuelve el escenario de negro, como si el mundo entero estuviera de luto en la
producción de Bailey, envolviendo la acción alrededor de la audiencia como si
fuesen ciudadanos de Roma. Bailey entiende perfectamente el espacio del Globo y
lo usa a la perfección.
La obra no es simplemente un festival de sangre. Su crudeza siempre es
escalofriante y la música de Django Bates asalta los oídos como asaltan a
Lavinia. También hay otras actuaciones impactantes como la de Matthew Needham
interpretando a Saturnino, mientras que Tamora, interpretada por Indira Varma
es tan peligrosa como una víbora.
La obra estará en cartel hasta el 13 de julio.
Para más información visite: shakespearesglobe.com.
(El País 17 de abril 2014)
Imaginario visual de Shakespeare
La obra del poeta y
dramaturgo, pletórica de imaginación y de sentido narrativo, es fértil para ser
abordada desde lo visual.
Como todos los grandes genios literarios, William Shakespeare
y su obra ha servido de inspiración a una amplísima y variada grey de artistas,
sobre todo, los que, como él, han fascinado más a nuestra época, que lo
convirtió merecidamente en un mito. Hago esta precisión porque el formidable
ascendiente crítico y público de este maravilloso poeta y dramaturgo inglés se
fraguó a partir del siglo XVIII, alcanzó una plena proyección internacional en
el XIX y se mantiene vigente hoy en día sin visos de decaer. Desde el punto de
vista de las artes visuales, ha generado imágenes de todo tipo y técnica, desde
obviamente el arte gráfico, la pintura y la escultura, hasta la fotografía, el
cine y los nuevos medios. Frente a este inmenso caudal, no cabe mas que centrar
nuestra atención en algunos ejemplos característicos, seleccionados entre los
que se produjeron durante la primera etapa de su progresiva entronización
universal. En este sentido, hay que tener en cuenta además que la obra de
Shakespeare, pletórica de imaginación y de sentido narrativo, es
particularmente fértil para ser abordada desde una perspectiva visual. En
cualquier caso, el arranque de su fama universal estuvo asociado con el
romanticismo, el movimiento decisivo para configurar la mente y la sensibilidad
de nuestra época.
De todas formas, las primeras manifestaciones de rendida
admiración para la obra de Shakespeare y, por tanto, de su plasmación en
imágenes artísticas se produjeron, como era lógico esperar, en su propio país,
como así lo corroboró la temprana atención que le dedicó su compatriota, el
pintor y grabador William Hogarth (1697-1764), el cual no en balde estaba muy
interesado por el teatro y la novela de cuño moderno. Amigo del célebre actor
David Garrick (1717-1779), figura capital para la promoción teatral de
Shakespeare, Hogarth lo retrató, en 1745, interpretando el papel de Ricardo
III, tras haber ya antes pintado cuadros como Falstaff pasando revista a sus
reclutas (1730) o Una
escena de La Tempestad (1730-35). Durante la segunda mitad del siglo
XVIII, el interés artístico por Shakespeare se fue acrecentando y despertó un
particular interés entre los artistas visionarios de corte prerrománico, como
entre otros, el del suizo britanizado Johan Heinrich Füssli o Fuseli
(1741-1825), que representó escenas de El rey Lear, Hamlet, Macbeth, El sueño
de una noche de verano, Las alegres comadres de Windsor, etcétera,
o el de William Blake, que también insistió en algunas de estas piezas
dramáticas. A lo largo del siglo XIX, en pleno romanticismo, se multiplicó
exponencialmente el número de artistas británicos fascinados con Shakespeare,
como así lo pusieron en evidencia los llamados Prerrafaelistas, como los
pintores Ford Madox Brown (1821-1893), William Holman Hunt (1827-1910), John
Everett Millais (1829-1896) –cuya versión de Ofelia (1852) es una impactante obra de
referencia- o hasta el escultor Thomas Woolner (1825-1892).
No obstante, la expansión internacional de la fama de
Shakespeare estuvo también encauzada por el romanticismo francés, uno de cuyos
artistas mas emblemáticos, Eugène Delacroix (1798-1863), lo convirtió en un
tema recurrente, pues entre 1835 y 1859 pintó una veintena de cuadros
inspirando en él a los que hay que añadir la serie de dieciséis litografías
sobre su Hamlet entre 1834 y 1843. Es verdad que,
siguiendo en esto la estela de Gericault, muy anglófilo, Delacroix bebió en
abundancia de la fuente literaria del romanticismo británico, lo que le
remitió, una y otra vez, de forma indirecta, a la musa shakesperiana hasta
colorear con ella una buena parte de su producción y sin animar con ella a
otros colegas contemporáneos
franceses como, entre otros, a Antoine-Félix Bosselier (1790-1857), pero
también, en general, a todo el resto de los románticos continentales que ya por
entonces tenían como referencia obligada lo que se hacía en París.
Con las emergentes vanguardias artísticas al comienzo del
siglo XX el panorama cambió, no en relación a la rendida admiración por
Shakespeare sino por haberse impuesto la desliteraturación del arte, que creyó
hallar en sus propios medios suficiente campo para expresarse como tal. En este
contexto de un arte no narrativo o simbólico, Shakespeare emigró a otros medios
como, sobre todo, el cine donde el vate inglés se convirtió en un astro de la
pantalla, además de haberlo sido siempre del teatro, la ópera y otras artes
escénicas, de cuyo material artístico se podría hacer una enciclopedia. Sea
como fuere, la contribución inspirativa de Shakespeare al cinematógrafo fue y
es inmensa, destacando en ello alguna figura asimismo genial, como Orson
Welles, cuyo Otelo o Campanadas a medianoche son y serán memorables en todos los
sentidos, y eso sin contar que no ha habido cineasta de enjundia, occidental u
oriental, que no se haya desafiado con las obras del escritor británico e
incluso con su propia biografía, como nos recuerdan Shakespeare
in Love o Anonymous,
por recordar un par de obras relativamente recientes. De manera que, no cabe
duda, Shakespeare sigue hoy siendo un asidero seguro para nuestras artes
visuales, entre otras cosas, porque forma parte de nuestra forma de ser y de
pensar, porque somos lo que somos gracias a su escritura.
(El Cultural 24 de
abril 2014)
El diccionario que pudo
pertenecer a William Shakespeare
Dos
coleccionistas americanos aseguran haber encontrado un diccionario que habría
consultado el bardo para escribir algunas de sus obras.
Seis años han tardado, dicen, en ser perfectamente
conscientes de lo que tenían entre manos: un diccionario de 1580 anotado por el
mismísimo William Shakespeare (1564-1616), quien lo habría
utilizado, como ayuda, para componer algunas de sus más célebres obras.
Los responsables del hallazgo son George Koppelman y Daniel Wechsler, dos coleccionistas americanos de libros antiguos que hace seis años adquirieron por eBay, 4.050 dólares, el ejemplar del diccionario y justo ahora, coincidiendo con el 450 aniversario del nacimiento de Shakespeare, han hecho pública su verdadera naturaleza. Koppelman y Wechsler, seguros de su autenticidad, ya han puesto a la venta un libro sobre la investigación, Shakespeare´s Beehive, y lo promocionan a través de una página web en la que, previo registro, se puede tener acceso a las páginas del diccionario.
Los responsables del hallazgo son George Koppelman y Daniel Wechsler, dos coleccionistas americanos de libros antiguos que hace seis años adquirieron por eBay, 4.050 dólares, el ejemplar del diccionario y justo ahora, coincidiendo con el 450 aniversario del nacimiento de Shakespeare, han hecho pública su verdadera naturaleza. Koppelman y Wechsler, seguros de su autenticidad, ya han puesto a la venta un libro sobre la investigación, Shakespeare´s Beehive, y lo promocionan a través de una página web en la que, previo registro, se puede tener acceso a las páginas del diccionario.
A favor de su tesis tienen que el John
Baret´s Alvearie or Quadruple Dictionary(1580), la obra en
cuestión, era un diccionario de uso común en tiempos
del bardo, y que, según ellos, si bien carece de firma, sí que
las anotaciones tienen de algún modo su correspondencia en algunas de las obras
del dramaturgo inglés: "A
lo largo de su carrera -escriben-, Shakespeare consultó el Baret's no una ni dos veces, sino muchas más", razón por la cual no sería descabellado pensar que
este volumen le perteneciera, que lo tuviera siempre a mano. Además, el hecho
de que en los márgenes aparezcan numerosas anotaciones de proverbios, citas y
refranes, tan del gusto del autor de Romeo
y Julieta, vendría a reforzar también su teoría. En su contra, no
obstante, está una importante circunstancia: la caligrafía hallada es, según
algunos expertos, difícilmente atribuible al escritor.
Como todo lo que rodea al gran dramaturgo, este hallazgo está
rodeado de polémica y, entre los estudiosos, pocos son los que creen, de
momento, que los apuntes sean auténticos. Michael Witmore, de la Biblioteca
Folger Shakespeare de Washington, una de las más importantes del mundo entre
las especializadas en el autor de Hamlet, ha sido de
los primeros en mostrar su escepticismo con un artículo colgado en su página web en el que,
aunque reconoce la importancia del volumen, califica la conclusión de Koppelman
y Wechsler como un "acto de fe".
(EL CULTURAL, 12 de Mayo de 2014)
Como gustéis o el
mundo como teatro
“No es costumbre ver a la
dama de epílogo, pero no es más impropio que ver al señor de prólogo. Si es
cierto que el buen vino no necesita anuncio, también es cierto que una buena
comedia no requiere epílogo. Con todo, al buen vino le ponen buenos anuncios, y
las buenas comedias resultan mejores con la ayuda de los buenos epílogos. ¿En
qué caso me encuentro yo entonces, que ni soy un buen epílogo, ni puedo
insinuarme con ustedes en favor de una buena comedia?” La duda existencial de
Rosalinda al final de Como gustéis (o Como les guste, si
lo prefieren más académicamente) y la descarada inteligencia de Shakespeare
transpiran por esta comedia que llega al Teatro Valle-Inclán el próximo jueves,
8, dirigida por Marco Carniti y protagonizada por Beatriz Argüello, Carmen
Barrantes, Pedro Miguel Martínez y Edu Soto, entre otros y estará en cartel
hasta el 15 de junio.
En plena celebración del 450°
aniversario del nacimiento del autor inglés, llega al Centro Dramático Nacional una
pieza que aborda la búsqueda de la identidad y del amor a través de un texto
poético, ambiguo, evanescente, filosófico y musical (a destacar el trabajo del compositor
Arturo Annecchino). “Es una tragedia que se convierte en comedia -apunta
Carniti- y que ya desde la ironía de su título explica el objetivo de su autor:
ser como a nosotros, público, nos guste”. La transformación de los personajes y
la reflexión en torno al paso del tiempo son dos de los ingredientes que
componen este juego genial que culmina Rosalinda declamando: “Y les encargo,
hombres, por el amor que les tienen a las mujeres, que se pongan de acuerdo con
ellas para que la comedia tenga éxito”.