jueves, 19 de abril de 2012

Crónica sobre nuestra visita al teatro el pasado 24 de Marzo




“Si la música, como dicen, es alimento de amor, tocad, siempre, tocad hasta saciarme”, con esta cita, en la que el desesperado Orsino profesa su amor a Olivia por medio de Cesario, da comienzo el problemático enredo amoroso. Noche de Reyes es una comedia muy especial en cuanto a su temática y argumento. Por eso satisfacer las expectativas de un público más acostumbrado a llorar y sufrir con las sobrecogedoras tragedias de William Shakespeare, el dramaturgo isabelino por excelencia, no es tarea fácil. Sin embargo, la acertada apuesta de representar Noche de Reyes por parte de Yolanda Pallín y la compañía Teatro Noviembre, dirigida por Eduardo Vasco, nos permite disfrutar de una obra de finales del siglo XVI, con un toque de cultura española y de frescura que se halla en la música,  sobre todo, y también en un vestuario muy apropiado para la ocasión, diseñado por Lorenzo Caprile, quien trata de estilizar y dar más carácter a las figuras de los personajes jóvenes que junto al piano tanto nos recuerdan al music hall de principios del siglo XX; y que a la vez hacen más absurdos a los personajes mayores como Don Tobías o Don Andrés. El descaro también se ve presente en algunas expresiones que el elenco escenifica con gracia y naturalidad, aunque siempre respetando los elaborados e ingeniosos diálogos que en su día escribió Shakespeare para producir carcajadas con personajes como el estirado sirviente Malvolio, locamente enamorado de una condesa que, si al principio es cruel y despiadada con todo aquel que se atreve a llamar a su puerta, una vez que conoce al joven y apuesto Cesario, queda embelesada con su lenguaje de galán atrevido que hace que se enamore de él perdidamente con una pasión que deja atrás esa imagen primera de frialdad e indiferencia. Sería injusto dejar de nombrar la iluminación, que forma parte de la magia  escenográfica y que incluso podría ser un personaje más dentro de la representación de la que fuimos partícipes. La escenografía nos ayuda a situar a los personajes, ya que el sencillo attrezzo dejaba lugar a la libre imaginación del público. Es una obra de teatro que en casi dos horas nos deja una sensación de que nada es lo que parece ser y que todo tiene sentido, aunque a simple vista lo no parezca. Por eso, es recomendable que lo comprueben por sí mismos. No quedarán indiferentes.

                                                                                                       Paloma Català Cobos

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